ASOCIACIÓN DE AFECTADAS POR CÁNCER DE OVARIO Y GINECOLÓGICO

¡Ciao!

Me llamo Sara y soy una chica italiana de 29 años que vive en Barcelona. Os entrego un pedacito de mi historia con la esperanza de que pueda ser de ayuda..

Mi “D-day” (con D de Despertar) ha sido el 4 de mayo de 2011: después de una operación por un quiste gigante de ovario.  Ese día me cita un ginecólogo diferente al que me había atendido hasta entonces para decirme que mi quiste es más de lo que parecía… una forma muy muy rara de cáncer de ovario.

Ese ha sido el momento más duro y más raro, corazón a mil, cerebro parado y totalmente incapaz de asimilar esa voz de fondo que me comunicaba lo que me esperaba – analítica, TAC, otra operación más complicada, quimioterapia – lo único que cabía eran dudas – ¿esto me está realmente pasando a mí? ¿Perderé el pelo? ¿Voy a morir? (en este orden, ¡por supuesto!)

Ese choque no te lo quita nadie, y el nudo que se te forma en todo el cuerpo cuando por fin sales de la sensación de estar en una peli y te das cuenta de que SÍ, TIENES CÁNCER.. no sé explicarlo con palabras.

Pero luego, al cabo de unos días de “duelo”, empieza la lucha. Te das cuenta de que lo de perder el pelo, por ejemplo, es mucho menos traumático de lo que pensabas (¡no hace falta ser Demi Moore para estar guapas con el look G.I. Jane!) y todas las dudas se aparcan porque… pues, simplemente, ¡¡porque no hay otra!!

Vale, pero… ¿¿cómo??

¡¡¡Con ayuda!!!

He tenido mucha suerte porque en la clínica donde me han tratado me han atendido muy bien y se han coordinado entre ellos: el primer ginecólogo me ha pasado a otro experto en temas oncológicos, este me ha indicado a que oncóloga dirigirme.. y no es poco poderte quitar de encima esa preocupación en un momento en el que ya hay tantas. Confiar en el equipo de doctores que te lleva es fundamental, y estoy muy agradecida que en ese sentido las cosas hayan sido tan fáciles para mí.

Otra razón para sentirme agradecida y afortunada es mi fe. Soy creyente católica, y la fe me ha ayudado muchísimo a centrarme, a tener esperanza, a pedir ayuda, a tener a Alguien con el que enfadarme en los momentos de crisis… Y sobre todo me ha ayudado a pensar que, si me habían sometido a esta prueba, ¡era porque podía superarla! ¡¡Así que manos a la obra y adelante!! Estoy muy convencida de que una actitud positiva le da un golpe MUY duro a esta enfermedad.

No sé cómo todavía no he mencionado esto, pero está claro que, como para un buen viaje, para mi curación ha sido fundamental tener buenos compañeros. He tenido una demostración de cariño increíble y nunca me he sentido tan querida como en mis meses de tratamiento…

Mi marido ha sido mi roca, mi soporte, mi inigualable y adorable enfermero-cocinero-animador-“marujo”, junto con mis padres, mi hermano y mis suegros que, en cuanto podían, cogían un vuelo y venían a ayudarnos.

Algunos de mis amigos han usado sus días de vacaciones en verano para venir a verme y  han aguantado con una sonrisa varios días donde lo más entretenido era acompañarme a la clínica para los tratamientos.

Y todos los otros amigos, los compañeros de trabajo y los familiares me han arropado y acompañado con llamadas, visitas, regalitos…

Pero a veces son las personas más inesperadas quienes te alegran un día complicado… son las que Albert Espinosa en su libro llama “los amarillos”, personas con las que puedes compartir un minuto o una vida, una mirada o un viaje, pero con las que sientes una conexión inmediata. Como Montse, “mi” enfermera del hospital de día, que nunca ha ahorrado en abrazos, sonrisas o palabras cariñosas (yo era su cuqui J); o como un señor que veía cada domingo a Misa, y un día saliendo se nos acercó para compartir su alegría y su historia de superviviente de cáncer, y me regaló un librito de oraciones.

Y en esos días donde también lavarte los dientes estando de pie es un deporte extremo, un buen libro, una peli o una serie que te emocione o que te haga reírte a carcajadas también son compañeros muy valiosos para aparcar al cáncer en el sotano de tu cerebro durante unas horas. Así que mis más sinceros agradecimientos van también a J.K. Rowling por Harry Potter, a Isabel Allende por sus mundos mágicos, a Julie Andrews por Sonrisas y Lágrimas, a Jane Austen y Colin Firth por Orgullo y Prejuicio, a mi colección interminable de comedias románticas, a Fran Drescher (¡¡ella también es una Cancer Survivor!!) por The Nanny y a Cristina Castaño y a los otros actores y a creadores de La que se avecina por regalarme tantas risas…

¿Y después?

El cáncer te cambia. Normalmente mucho y a mejor.

Es una experiencia que pone a dura prueba la persona en su totalidad, cuerpo y alma. Ojalá haya cada vez más personas para las que, como ha sido para mí, el cáncer sea un inicio más que un final, y un maestro más que un verdugo.

Yo siento haber aprendido mucho gracias a él: he aprendido que, en los momentos en los que más lo necesitamos, nos sale una fuerza que nunca hubiéramos pensado tener; he aprendido que hay que dejarse cuidar a veces; he aprendido a estar muy agradecida por la vida que tengo y sobre todo por mis compañeros de viaje; he aprendido que hay que gestionar bien y aprovechar el tiempo que tenemos, y que hay que escuchar más al cuerpo sobre todo cuando pide descansar… mentira, estas últimas dos cosas todavía no las he aprendido bien, pero están al principio de mi lista de temas pendientes..

Y también he encontrado una nueva pasión.

Mientras hacía el tratamiento, mi prima me regaló el primer libro de Kris Carr, Crazy Sexy Cancer. Vale, el título suena muy raro, pero la historia de esta chica es real e increíble y anima a cualquiera, para quien pueda leer en inglés (no sé si el libro se ha traducido al español) recomiendo totalmente, ¡¡al menos visitar su blog!! En dos palabras, hace 10 años esta actriz y modelo de 32 años fue diagnosticada con un cáncer incurable de hígado y pulmón, estadio IV. Esta “sentencia” ella se la ha tomado como un desafío, y al no tener una terapia oficial y unas pautas marcadas por la medicina tradicional, ha empezado a bucear todo tipo de terapias alternativas y, cambiando totalmente su estilo de vida, ha conseguido estabilizar el cáncer.

Los cambios más importantes han sido profundizar en la meditación y sobre todo un cambio radical de su alimentación. Esto me ha fascinado, y desde entonces no he parado de informarme y formarme sobre la relación entre alimentación y salud. Cada vez es más reconocido el papel de la inflamación en el desarrollo del cáncer, y lo que comemos, junto con el estrés y los tóxicos ambientales, influye muchísimo en aumentar o reducir el nivel de inflamación de nuestro cuerpo.

Un libro que para mí ha sido fundamental y que sin duda recomiendo a quien esté interesado en estos temas es The China Study (este sí está traducido, creo que como El Estudio de China) del doctor T.C. Campbell, que explica con palabras simples el estudio más completo jamás realizado sobre la relación entre la alimentación y las enfermedades de la sociedad occidental.

No empiezo con este tema porque no pararía hasta escuchar los ronquidos virtuales, pero os animo a buscar información, aunque con cuidado, que en Internet hay de todo.

Regreso al futuro

Cuando aprendes que tienes cáncer, el tiempo se para de golpe. El futuro se vuelve borroso y solo te centras en el presente, o en objetivos a muy corto plazo: conseguir levantarte sin tener que luchar con la sensación de ladrillo atado al cuello, que se te vaya la fiebre, que termine el ciclo de quimio… Esto sin duda quita ciertas ilusiones, pero mirar al presente ayuda a centrarse en las cosas y personas realmente importantes para ti, a escucharte más.

Me encantaría poder decir que eso lo he aprendido y ahora soy una persona sabia que gestiona sus energías de la manera más eficiente, pero cuando por fin he logrado volver a la vida “normal” y a mirar hacia el futuro, toda esta sabiduría se ha quedado diluida y atropellada por las mil tareas del día a día. Esa voz interna que siempre te indica tus necesidades y deseos más profundos, que durante la enfermedad gritaba con todas sus fuerzas y no había manera de tapar, poco a poco ha ido bajando el volumen y se ha quedado en un susurro; sin embargo, mi umbral de atención ya no es el mismo, e intento aprender a hacerle cada día un poquito más caso a las señales que envía el cuerpo, para que la próxima vez…¡no tenga que gritar tanto!

No sabía si compartir mi aventura, y no sé si he logrado transmitir todo lo que quería, pero si lo he hecho es porque una de las cosas que más me han animado cuando estaba luchando es conocer la historia de otras personas jóvenes que hayan pasado por esto.

Y ahora que lo he hecho veo que… ¡¡realmente lo necesitaba!! Porque aunque el cáncer no es lo que me define, sí es una parte muy importante de mi vida y ¡no quiero olvidarlo!

Así que espero que este granito de arena te aporte algo, o al menos te haya sacado una sonrisa.

Un fuerte abrazo sanador.