ASOCIACIÓN DE AFECTADAS POR CÁNCER DE OVARIO Y GINECOLÓGICO

Hace sólo cuatro meses y medio, a primeros de julio, acudí a mi revisión anual ginecológica después de haber estado una semana en Londres sin cansarme de andar y con un entusiasmo por ver lo más posible que podía con las fuerzas de mi marido, que suele jugar al tenis, y que se quedaba sentado a descansar en un banco, mientras yo seguía dando otra vuelta por aquello que no había visto. ¿Cómo podía imaginar que un cáncer de ovario estaba creciendo dentro de mí?

En veinte días entraba al quirófano sin saber si era benigno o maligno pero con la intuición de que así era, por la edad y por sus características, aunque con la esperanza de que no lo fuera por los marcadores negativos. Era maligno y como me advirtió el Dr. Minig (que es lo nunca visto de profesional y de agradable) procedería en ese caso a continuar con laparoscopia, si le era posible, y a quitarme, además del ovario afectado, todo el aparato ginecológico y los ganglios pélvicos y abdominales.

El Dr. Lucas Minig salió muy contento (5 horas después de bajarme a quirófano) porque macroscópicamente todo parecía estar bien lo cual hizo renacer la alegría a mi familia hundida desde que les avisaron que era maligno y la operación continuaría.

Estoy limpia microscópicamente y sólo estuve cuatro días ingresada. No he sentido ningún dolor y no necesito quimioterapia, a los dos días ya caminaba por los pasillos. Un milagro de operación, que me recuerdan cuatro huellas insignificantes en la tripa cada día, fruto de las nuevas tecnologías y de los buenos profesionales que las utilizan.

Si antes era entusiasta, con muchas iniciativas, ahora paladeo la vida sólo con respirar, con contemplar un paisaje o escuchar una buena música, son como orgasmos espirituales y tengo, después de cumplir los 60 años a los pocos días, muchas ganas de aprovechar lo que la naturaleza quiera que me quede de vida, todavía más que antes quiero ser útil a los demás y disfrutar de todo lo que se ponga a mi alcance.

Dicen las estadísticas que he tenido mucha suerte porque el cáncer de ovario crece con mucha rapidez (sólo tenía 4,5 cm) y, cuando da síntomas, ya te ha hecho daño y tienes que someterte a quimio aunque cada vez salen más casos adelante. Por lo que esa revisión me vino a tiempo de evitarlo. Estaba encapsulado y ni siquiera la envoltura del ovario se había contaminado.

He perdido la confianza en mi cuerpo pero he ganado en humildad porque nos creemos dueños de algo y todo lo podemos perder en un instante sin aviso. La muerte está segura para unos antes, para otros después, y lo único que va a sobrevivirnos es lo que hayamos hecho, la huella que hayamos dejado a nuestro paso con nuestro ejemplo.

Mi hermano y la mayoría de mis amigos y amigas se han ido enterando posteriormente porque, o estaban de vacaciones o ante la duda, no les avisé. Sólo mi amiga más cercana en aquel momento, mi marido y mis hijos fueron testigos de aquel susto, que duró unos días y que asimilé en la playa a donde marché como hago otros años. Mi madre con 90 años, que celebró mi cumpleaños conmigo, pocos días después, brindó por mi buena salud y lo fuerte que era, no se dio cuenta de nada y nunca lo sabrá.