Mi batalla comienza en octubre de 2010 cuando tras diagnosticarme lumbago en dos hospitales pero termina resultando ser cáncer de ovario estadio III con 37 años recién cumplidos.
El azar o la vida me llevó al Hospital Madrid Norte Sanchinarro donde encontré a los dos médicos (Lucas Minig y Rafael Álvarez Gallego) que han logrado que, a día de hoy, pueda aportar mi granito de arena para dar esperanza a aquellas personas que estén pasando por una situación similar.
Cuando me dieron la noticia, fue terrible y no sabía cómo afrontarlo. Sólo quería despertar de este mal sueño. Todo fue mejor cuando me di cuenta que lo único que tenía que hacer era dejarme guiar por mis médicos, en los que he confiado al 100% y dejarme arropar por mi familia y mis amigos que han estado a mi lado todo el tiempo transmitiéndome mucha positividad. Entre todos me han ayudado a levantar cada vez que las fuerzas me fallaban y han logrado que me aferrara a la vida.
Además, tenía un espejo en quien mirarme: mi madre, superviviente de un linfoma no Hodgkin hace ahora 17 años, que logró superar tras una dura lucha. Si ella había podido, yo también podría.
Siempre pienso en la frase que me dijo mi médico los primeros días y que me ha acompañado durante mi largo viaje: “esto es tan solo un muro en tu camino y entre todos te vamos a ayudar a saltarlo para que continúes con tu vida muy pronto”. El camino no es fácil. Me ha costado mucho saltar o más bien trepar por ese muro: muchas visitas al hospital Sanchinarro y al CIOCC a hacerme pruebas médicas, una operación, 3 sesiones de quimio, otra larga operación, 4 sesiones más de quimio y un ensayo clínico durante 15 meses… pero ha sido llevadero porque allí todos me han tratado muy bien. Algo que también me ha ayudado mucho ha sido compartir durante las sesiones de quimio la dura experiencia con personas que están pasando lo mismo, porque sólo quien lo sufre puede saber realmente lo que se siente.
Cuando estás en ese proceso parece que es interminable, piensas que no va a llegar nunca el final, pero el final llega, y después de la quimio poco a poco el pelo vuelve a crecer, el cansancio desaparece, el malestar se esfuma, las fuerzas se recuperan y vuelves a tener el control de tu vida.
Tras 9 meses de baja, como los efectos secundarios del ensayo clínico eran mínimos, en cuanto pude me reincorporé otra vez a mi trabajo. En mi empresa se han portado bien porque me han permitido incorporarme paso a paso en función de mi fuerza física y psicológica.
Ahora, casi 2 años después, comenzaré con mis revisiones, la primera de ellas en octubre. Sé que es algo que tendré que hacer toda la vida, lo tengo asumido y me tranquiliza porque sé que estoy muy vigilada.
Mi vida ha cambiado. Yo he cambiado. Ahora aprecio mucho más todas esas pequeñas cosas que antes pasaban desapercibidas y disfruto cada momento. Me siento muy afortunada por la familia y amigos que tengo y por los médicos que me han atendido. Nunca me cansaré de repetirle a todos: ¡¡ Mil Gracias a los que habéis estado y estáis ahí!!