Testimonios de afectados
Homenaje de Marina a Mª Jesús (16/10/2013)
Tu rival nunca había perdido ni un sólo combate. Siempre ganaba a sus contrincantes, por infinita superioridad, pero ella no pensaba que tú “salmantina de pura cepa”, de doce asaltos, ibas a ganar once. ¡Qué ingenua! No sabía con quién se estaba enfrentando. Cuando parecía que ya te tenía contra las cuerdas, sacabas fuerzas de donde tú sólo sabes y resurgías de nuevo, así durante once asaltos. Nunca tiraste la toalla, pero en el último de ellos, tu oponente demostró que ella nunca pierde. Seguro que has sido una de sus rivales más difíciles, porque has sido fuerte como esas encinas y esos toros que da nuestra amada tierra charra, y a la vez has sido discreta y sutil, para que los que te rodeaban no percibieran tu estado, sonreías como si nada pasase. Nos has dado a todos una lección magistral de valentía y fuerza interior. ¡Ojalá hayamos aprendido de ti una pequeña parte de todo ello! Y no pienses que ya no puedo verte, al cerrar mis ojos puedo hacerlo, puedo incluso escuchar tu voz, porque mientras alguien está presente en nuestros pensamientos, siempre nos acompañará. Un beso muy grande María Jesús.
Testimonio de Ana (22/9/2013)
A mi madre, después de haber superado un cáncer de mama en estadio III en el año 2001, en julio de 2010 le apareció una hinchazón abdominal, de la que decían que eran aires. Estuvimos unas dos semanas sin notar mejoría, hasta que nos presentamos en Urgencias del Hospital y después de muchas pruebas detectaron cáncer de ovario bilateral en estadio IV. Se sucedieron intervención quirúrgica, varias sesiones de quimioterapia, pero nada. Volvia a reincidir la enfermedad. En lucha con la enfermedad se le hizo un test genético, con el resultado de tener el gen BRCA1, el cual se da en mujeres por cáncer de mama y después de ovario.
¡Qué lastima que el oncólogo que le dio el alta del cáncer de mama, no hubiera finalizado el protocolo con un test genético! El 4 de agosto de este año, falleció, y me acordé de Angelina Jolie, la cual tiene el mismo gen que mi madre. Creo que si a mi madre la hubieran intervenido antes de enfermar, aún estaría con nosotros.
Siento que esta historia no tenga un final feliz, pero si alguna de vosotras tiene este gen hereditario, que marque mucho a su oncólogo, porque a veces pasan cosas como éstas.
Testimonio de Alba (27/7/2013)
Soy Alba, tengo 17 años y hace 6 dias perdí a mi madre por cáncer de ovario después de 11 años y medio de larga enfermedad. Todo se complicó cuando le diagnosticaron metástasis en el hígado y hace pocos meses en los pulmones. Le habían dado todo tipo de quimioterapia, estuvo 4 años sin tener ningún problema y sin tratamiento, pero después le dio muy fuerte de nuevo. Comenzaron a darle radioterapia, lo que la debilitó aún más, hace pocos meses iba a entrar en un ensayo, pero no fue posible y comenzaron a darle otro tipo de quimioterapia, pero le dio alergia y dejaron de administrárselo.
Hace tres semanas empezó a estar muy debilitada, al ir a urgencias nos dijeron que le había dado un infarto por la quimioterapia, tanto medicamento había obstruido una arteria (ella ya tenía el sistema circulatorio mal), desde entonces fue debilitándose aún más.
Hace una semana ya casi no podía hablar, respirar ni moverse. Pensamos en ingresarla pero después de días mirando al vacío, me miró a los ojos y me dijo: «No me lleves». Hablé con mi padre y decidimos que se merecia esa elección después de tantos años luchando por nosotros. Debíamos hacer eso por ella, era lo mínimo, y así lo hicimos. Vinieron a nuestra casa dos doctoras y dos enfermeras de cuidados paliativos y nos dejaron medicinas para hacerle soportable el dolor. Ahí nos dijeron que las personas en ese estado no duraban más de una semana. Nosotros lo aceptamos e intentamos que los últimos dias de mi madre fueran lo más tranquilos posible. A los dos días de la visita, mi madre murió, el dia 18/07/2013 a las 00.00.
Me siento muy orgullosa de haber tomado la elección de que mi madre se quedara en casa porque me dio la oportunidad de poder cuidarla, decirle todo lo que sentía por ella, lo agradecida que le estaba por la vida que ha podido darme, por haberme hecho la persona que soy hoy y, por supuesto, hacerle saber que estoy muy muy orgullosa de ella por la lucha de todos estos años sólo por no dejarnos solos a mi padre y a mi, una de sus frases cuando comenzó la enfermedad fue: » Yo no me puedo morir con una hija tan pequeña» y lo cumplió al pie de la letra, a mis casi 18 años mi madre no pudo más, pero ha conseguido convertirme en la mujer que quería que fuera.
Testimonio de Juanjo
¿Quién espera que al doblar la esquina de los treinta te encuentres con la pesada broma de un diagnóstico de cáncer?, ¿quién puede anunciar que criando a tu hijo recién nacido el destino te arrincone en la sala de espera de urgencias?, ¿quién merece una traición de tu propio cuerpo? Nadie sabe nada, nadie dice nada, pero yo me di cuenta de que la parca afilaba su guadaña al final del pasillo del hospital. Tres horas de espera, tres horas de ansiedad y un mensaje nítido y afilado: “Será mejor que el lunes volváis para realizar el ingreso. Hay que sacar eso de la tripa cuanto antes”. Y claro que se sacó: dos kilos y medio de tumor como un gran boto rosáceo sobre una bandeja de acero inoxidable.
Luego, siguieron los días de espera hasta la confirmación de la anatomía patológica. Yo ya lo sabía. Anda, que no me había adelantado a lo peor para sufrir con premeditada anticipación lo que nos preparaba el futuro. Durante esos días yo lloraba mucho, pero daba igual, mi hijo lloraba más sintiendo que su madre estaba tendida en una cama, esperando, velando armas. Lo que yo no sabía era la valentía y entereza que me iba a arrastrar tras el diagnóstico. No era mi valor, ese lo había dejado remachado en el despacho del médico de urgencias. Era la pasión de mi alma gemela la que me mantenía en pie tras el primer gotero de cisplatino, tras la terquedad de los neutrófilos a subir, tras los vómitos, tras el peine lleno de cabellos caídos, tan caídos como mi vida, desagüándose en un torbellino de ansiedad.
A mí siempre me entraba un gigantesco cólico de desazón al llegar la tercera semana de cada ciclo. Pero ella me miraba y me hablaba de cómo íbamos a llevar a nuestro hijo al parque, a la piscina, a la feria. Y acertó. El otoño pasó lleno de los baches de las revisiones mensuales, y el siguiente verano se estrenó con un nuevo flequillo. Las uvas de cada fin de año sabían a triunfo. David ha crecido y ha pasado por la escuela primaria y hoy sigue en el instituto. Su madre le ha traído a este mundo. Y a mí también me ha mostrado la razón de existir. Yo no creo en Dios, ella sí. Será por eso por lo que a mí me ha tocado jugar desde la grada.
Me he comido las uñas ante cualquier dolor inesperado de Elena, pero he tenido el privilegio de observar en primera fila el milagro y la transformación de una mujer en una MUJER. Yo soy afectado por cáncer de ovario, y mi hijo David también. Y Miguel y Carmen y Sara, y tantas personas que han cruzado su mirada con Elena. Todos hemos recibido de vuelta su presencia y su valor.
Y desde aquel jueves del mes de febrero todos hemos trabajado para recuperar con creces lo que el cáncer nos arrebató. Para Elena fueron sus ovarios y un costoso trajinar en el camino de la esperanza. A mí se me llevó la certeza y la fe. Ahora nos toca perseverar para que día a día disfrutemos de Elena, de su rabia y su entrega para seguir estando con nosotros. Ni David ni yo hemos podido sentir tan de cerca el aliento de la muerte, pero hemos aprendido de Elena a deshacernos de la amargura y a brillar con luz propia en el anochecer.
Este cáncer no ha sido una bendición, no vamos a dar gracias por haber pasado por este sinuoso trance, pero sí que se convirtió, sin avisar, en nuestra mejor oportunidad para decidir seguir queriéndonos.
Testimonio de Susana
A finales de mayo de 2007, mi madre me llamó llorando. Le tenían que hacer un TAC porque le habían visto un bulto en los ovarios. Después de calmarla por teléfono, me fui a Internet y busqué qué podría ser un bulto en los ovarios en una mujer de 69 años. El diagnóstico era el mismo que semanas más tarde me confirmó un ginecólogo en Ourense: mi madre tenía cáncer de ovario de estadio III. Ese día sentí que el mundo se me venía abajo porque cáncer es sinónimo de Muerte. Aunque no es así, muchas veces es lo que uno piensa cuando te dicen esa palabra por primera vez. Tenía amigas con madres con cáncer, pero hasta ese día no supe lo que se sentía, aunque en muchas ocasiones las había consolado, pero sin saber qué se sentía…
Nos vinimos a Madrid. Por recomendación de un amigo médico fuimos al Hospital de Madrid con sede en Sanchinarro. Era un centro que estaba abriendo un centro oncológico, la primera visita fue con el cirujano Dr. De Vicente, excelente médico. Dijo en otras palabras cáncer y nos dejó más tranquilas. Nos dio la energía suficiente para luchar y enfrentarnos a la enfermedad. He conocido muchos médicos pero reconozco que las formas de transmitir optimismo de este cirujano pocos las tienen.
Comenzamos la lucha. Fueron casi 4 años. Mi madre nos dio la mejor de las lecciones: luchó hasta el último día. Tuvo una enfermedad buena. Probó casi todos los tratamientos de quimioterapia para el cáncer de ovario haciendo vida normal, menos los dos últimos meses, siempre con buen humor y optimista. Tenía días malos, pero fueron pocos, por lo menos delante de su familia, y nunca se quejó de la enfermedad aunque sí decía que había tenido mala suerte, a lo que siempre le respondí que no, porque ha sido la mejor madre del mundo.
El martes 19 de octubre a las 8 de la mañana, me llamaron mis hermanas. Mamá se moría. Le quedaba poco, pero aguantó hasta que llegué, hasta que sus tres hijas estaban con ella, y se fue a las 10:26 del 19 de octubre de 2010.
Pasé por todas las etapas del duelo. Los primeros seis meses fueron muy malos, empecé muchas cosas pero ninguna terminé; días buenos, pero la mayoría malos; nada me entretenía más de un par de horas, hasta que un día comencé a aceptar que mamá no estaba. No entiendo por qué. Creo que nunca lo entenderé. He comenzado a sentir a mamá conmigo de otra forma. No la puedo tocar, ni ver pero no sé cómo siento que está conmigo y hasta que me ayuda a decidir el día a día.
El cáncer, creo que es una enfermedad que tenemos que seguir trabajando hasta conseguir que sea una enfermedad crónica como es la diabetes, para que se pueda llevar una vida normal con medicación. Mi lucha no terminó el 19 de octubre de 2010. Mi lucha continúa.
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