Investigación

ENTREVISTA A IVÁN GARCÍA BASSETS, INVESTIGADOR EN LA UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA

Usted, como investigador, ¿cuál cree que es el mayor reto en estos momentos para hacer frente al cáncer de ovario?  

Durante décadas, el mayor reto ha sido el de conseguir que la mayoría de pacientes se curen, que sobrevivan a largo plazo. Desafortunadamente, esto aún no se ha podido conseguir. A día de hoy, todavía dos de cada tres pacientes no sobreviven a largo plazo. ¡Es dramático! Así que, en mi opinión, el mayor reto actual es el de reflexionar sobre cómo estamos haciendo las cosas.

Analicemos el problema. Cabe recordar que, gracias a la cirugía reductiva, casi 19 de cada 20 pacientes en estadio I se curan. El cáncer de ovario, si se diagnostica a tiempo, tiene solución. Por eso se dice tantas veces que si queremos cambiar la alarmante tendencia actual hemos de incentivar la búsqueda de marcadores precoces, para evitar o reducir al máximo el numero de pacientes que llegan a estados avanzados.

Ya entiendo que los pacientes en estados avanzados se frustren con esta idea, porque no soluciona su problema. Pero me gustaría dejar claro que no se trata de dejar de investigar la problemática de estos casos, sino de incrementar la investigación en general, con especial énfasis en el estudio de la detección precoz ya que actualmente goza de menos recursos, con menos laboratorios trabajando en ello. En otras palabras, son estudios que salvarán la vidas de las pacientes del mañana, que en algunos casos serán las hijas, sobrinas y nietas de las pacientes actuales. Si hace 10 años hubiésemos encontrado una solución al problema de la detección precoz, el número de pacientes actuales en estado avanzado sería mínimo. Así que es vital frenar el flujo de casos al estado avanzado de una vez por todas.

¿Por qué aún no hemos desarrollado un test diagnóstico de detección precoz?

Quizás porque no es fácil. Pero me resisto a pensar que eso es así. Como introducía antes, creo que sobre todo es porque no hay suficiente investigación dedicada a ello. Hemos de conseguir que más grupos científicos (incluyendo el nuestro, que nos dedicamos sólo al estudio de los casos avanzados) incluyan el estudio de la detección precoz entre sus líneas de trabajo. No sólo eso, deberíamos también atraer a los líderes mundiales en investigación del cáncer y a las mentes mas lúcidas al estudio del cáncer de ovario y al de la detección precoz.

Y ¿cómo podemos incentivar esta investigación y atraer a estos científicos?

Creo que podríamos inspirarnos en otros ejemplos, como el de la distrofia muscular. PPMD es la asociación americana de padres y madres de niños con distrofia muscular. Ellos han conseguido el dinero y han subvencionado la investigación del único fármaco que está en proceso de ser aprobado para tratar las causas de la enfermedad, el ataluren. PPMD subvencionó las fases 2a y 2b de los ensayos clínicos experimentales, y están subvencionando la fase 3, la última antes de la comercialización del fármaco. PPMD subvencionó a la empresa privada y la investigación pública para invertir en el desarrollo de este fármaco. PPMD también se está organizando para entrenar y atraer nuevos científicos al estudio de la distrofia muscular, y para conectarlos para desarrollar proyectos en común. PPMD (los familiares de los pacientes, en definitiva) quiere canalizar la solución.

Sé que es triste y duro hablar de dinero cuando hablamos de salvar vidas, de pacientes buscando sus propias soluciones, de pagar a compañías farmacéuticas para hacer sus propios estudios para desarrollar fármacos, o de buscar la solución al problema que ya no te puede salvar a ti la vida. Pero ese el reto para todos/as: entender que algo diferente hemos de hacer, identificar los obstáculos que han existido y que continúan existiendo, ponernos en movimiento y superarlos, para que en los próximos años podamos hablar del cáncer de ovario como una enfermedad curable en la mayoría de los casos.

¿En qué fase se encuentra la investigación?

En los últimos 15 años, el desarrollo tecnológico y el avance en el conocimiento han sido increíbles en muchos campos de los que el estudio del cáncer de ovario se nutre o debería nutrirse directamente. El potencial investigador de hoy en día es increíble. Pero los científicos en el ámbito del estudio del cáncer de ovario, en general, estamos algo retrasados en todo ello y vamos a menudo a remolque en el campo de la innovación. Así que casi sin quererlo, ahí va otro reto: convertirnos en un campo innovador.

Me pregunto por ejemplo, ¿cuánto tiempo ha de pasar hasta que alguien intente generar tejido ovárico humano (o de trompas de Falopio) en el laboratorio para estudiar el origen del cáncer de ovario? ¿Cuándo generaremos en el laboratorio células humanas del epitelio del ovario? ¿Cuándo estudiaremos los efectos de la quimioterapia en todo el genoma humano? Son cosas que se hacen en otros campos, con otros tipo de tejidos, células y fármacos, pero que no se hace todavía en nuestro ámbito científico. Así que hemos de conseguir que la investigación del cáncer de ovario se modernice y se sincronice con la fase tan excitante en el que se encuentra la investigación en general. Esto resultará en soluciones más rápido.

Me gustaría añadir que nosotros mismos somos un ejemplo de laboratorio que no estudiaba el cáncer de ovario y que ahora estamos incorporado nuestro bagaje de conocimiento a la lucha contra esta enfermedad, y somos pioneros en utilizar algunas de las nuevas técnicas que, además, ayudamos a desarrollar en el pasado.

¿Por qué estamos ahora estudiando el cáncer de ovario?

Por casualidad. Mi mujer sufrió cáncer de ovario y eso me llevó a interesarme por esta enfermedad. Gracias a la ayuda de las pacientes en EE.UU. que, vía la asociación del Ovarian Cancer Research Fund (OCRF), subvenciona nuestros estudios, y nos podemos dedicar al estudio de este cáncer. OCRF fue creada por el marido de una paciente. ¿Y saben quién más nos subvenciona? El Ministerio de Defensa americano. Paradójico, ¿no? pero en EE.UU. el Ministerio de Defensa tiene uno de las plantillas médicas más extensas del país, y es una gran entidad subvencionadora de la investigación del cáncer de ovario.

Viviendo fuera de España, ¿considera que existen grandes diferencias en la atención para las pacientes?    

Obviamente hay cosas buenas y cosas malas en el sistema español y en el americano (que es el que mejor conozco). Ojalá se pudieran combinar los dos y tendríamos un sistema superior. Aún así, a menudo no se trata tanto de hablar de un sistema nacional, sino de la atención y tratamiento que se pueden recibir en una ciudad, en un barrio, en un hospital, o incluso por un profesional médico u otro. El reto, a nivel institucional y de la comunidad médica, es el de eliminar estas diferencias para ofrecer una atención moderna y por igual, y eso debería ser así en EE.UU y en España. Muchas vidas se salvarían solo equilibrando estas desigualdades sin necesidad de esperar nuevos resultados científicos o de invertir ni un solo euro/dólar más en investigación. Un número no claro de casos de estadio I se “dejan” llegar involuntariamente a estadios avanzados por deficiencias de atención, lo cual es gravísimo. En algunos otros casos, la esperanza de vida de los estadios avanzados se puede alargar en función del tratamiento al paciente, que también puede variar en función del país, ciudad, hospital, o especialista médico.

Como punto de referencia de atención puedo explicar cómo funciona en la Universidad de California, San Diego (UCSD), donde trabajo y donde lo veo o he visto como investigador, profesor en la facultad de medicina, y marido de paciente. A nivel de formación, en UCSD enseñamos a los estudiantes de medicina a incorporar la investigación como una faceta esencial en su vida profesional. Muy a menudo tenemos estudiantes de medicina ayudándonos en el laboratorio. Eso quiere decir, que como profesionales, estos futuros médicos entienden que los ensayos clínicos son parte esencial del tratamiento de enfermedades como el cáncer de ovario. El médico especialista es, en muchos casos, un médico investigador, lo que da una perspectiva más moderna al tratamiento. También enseñamos a los estudiantes que el paciente con cáncer de ovario es un paciente bien informado en muchos casos. Es normal que sepa de conceptos médicos y científicos y que proponga participar en ensayos clínicos concretos. El médico (en este caso el ginecólogo oncólogo) lo respecta y lo escucha, porque sabe que llega un momento en que no hay un protocolo definido de tratamiento, así que cuanta más información haya sobre la mesa, mejor será la decisión (consensuada en todos los casos). De hecho, a menudo el ginecólogo oncólogo sólo puede pensar unos minutos en el caso concreto de su paciente, horas a lo sumo, mientras que un paciente puede llegar a informarse de su propia situación y de sus opciones durante semanas o meses, puede ir a conferencias (a las que organizamos en UCSD ellos vienen), y leer los últimos trabajos científicos. Esto es una ventaja, un recurso del que el ginecólogo oncólogo sabe que se puede aprovechar.

Una vez la paciente es diagnosticada, se le asigna una enfermera especializada (‘case manager’) que esta a disposición de la paciente y actúa de soporte y conexión con el ginecólogo oncólogo. El tratamiento del cáncer es rápido y agresivo, y generalmente el paciente lo consulta con más de un especialista. El apoyo al paciente (que es voluntario) puede ser rico desde el aspecto informativo, espiritual, o emocional, con grupos de soporte de ex pacientes y/o pacientes, o de ayuda económica para hacer test experimentales sobre la posibilidad de que un tratamiento pueda funcionar antes de probarlo. Esta ayuda, por ejemplo, la proporciona la Clearity Foundation, fundada también por una ex paciente de cáncer de ovario.

Una vez la paciente se cura (mas allá de la marca de los 5 años), el mismo equipo del ginecólogo oncólogo continúa haciendo un seguimiento de por vida en lo que llaman ‘clínicas del supervivientes’. En estas unidades no se trata el cáncer, ya que el paciente ya no lo tiene, pero se hace un seguimiento especial considerando que la paciente tuvo cáncer. Por el contrario, en el caso de que la paciente no se haya curado, entra en ensayos clínicos experimentales. Estos ensayos son esenciales no sólo para intentar salvar su propia vida, sino la de muchas otras mujeres con cáncer de ovario que necesitan de estos ensayos para encontrar una curación.

Finalmente, también diría que un aspecto común en EE.UU. es que el cáncer se trate en hospitales especializados para esta tipo de enfermedad (cancer centers), en los que todo el personal está altamente especializado para su tratamiento. También es común que este tipo de hospital se ubique dentro del campus de la universidad, con lo que la investigación y el tratamiento clínico van a la par.

¿Considera que existe una buena coordinación internacional a la hora de trabajar la investigación en el campo del cáncer de ovario?

Los científicos en biomedicina somos colaborativos por naturaleza. El científico generalmente trabaja en el contexto de un grupo de investigadores en diferente estado de formación. Y el grupo normalmente se ubica en el contexto de una departamento, con otros científicos. Cuanto mejor sea el grupo y el departamento, mejor será el ambiente creativo y las posibilidades de encontrar algo relevante en la lucha contra el cáncer. A nivel internacional es más difícil la colaboración por razones obvias de proximidad. Aun así, las colaboraciones existen dependiendo sobre todo de las habilidades colaborativas de cada individuo. También hay grandes consorcios internacionales de investigación, sobre todo los que se dedican a ensayos clínicos y a la exploración de causas genéticas del cáncer de ovario, ya que necesitan elevando número de pacientes para obtener estadísticas fiables, y este tipo de consorcios facilita ese acceso.

¿Cuál cree que va a ser el siguiente paso en el mundo de la investigación?

La investigación en su conjunto da muchos pasos y todos al mismo tiempo. Por ejemplo hay un ‘siguiente paso’ en el frente de generar fármacos menos tóxicos para el paciente; un siguiente paso en el frente de establecer nuevas mutaciones y variantes genéticas asociadas con factores de riesgo de padecer el cáncer de ovario, o en investigaciones sobre nuevos fármacos, sobre nuevas moléculas y vías celulares implicadas con el origen del cáncer, o incluso en nuevas formas de clasificar los tumores del ovario. Son tantos ‘pasos’ que es difícil estar al día de todos ellos.

Puedo explicar nuestro ‘siguiente paso’. Actualmente estamos investigando los mecanismos por los que una célula de cáncer de ovario responde al tratamiento de quimioterapia convirtiéndose en resistente. Es un mecanismo de adaptación que lógicamente quieres evitar, porque es la base por la que la quimioterapia falla. Estamos investigando un mecanismo novedoso que intentamos desgranar a nivel mecánico para poder anularlo. Por este mecanismo, la quimioterapia consigue estimular un programa adaptativo en sólo algunas células del tumor. Este programa les da propiedades de “células madre”, que son más resistentes al tratamiento de quimioterapia y también les da la facilidad de adquirir nuevas propiedades celulares, como aquellas necesarias para invadir otros tejidos (metastatizar). Los siguientes pasos en los que enfocaremos nuestros recursos y energía son: entender como parar este programa adaptativo, entender su origen, y encontrar la manera de predecirlo. Estamos muy ilusionados con estos estudios que lidera el Dr. Carlos Mackintosh en mi laboratorio, un científico originario de Jaén de muchísimo talento, y en los que nos ayuda con grandísimo interés una investigadora visitante de Vigo, la Dra. Catarina Allegué, que está especializada en análisis bioinformático.

Una vez llegados al final de la entrevista, me gustaría agradecer a Itziar por sus estimulantes preguntas. Así como me gustaría resaltar a Paz, Presidenta de ASACO, y a todas/os voluntarios de ASACO por su lucha para mejorar las condiciones de los pacientes en toda España. Un abrazo a todos/as y a todas las pacientes de cáncer de ovario y a sus familiares.

Ivan Garcia Gasset Carlos Mackintosh Catarina Allegue

Equipo de investigadores de la UCSD en cáncer de ovario liderado por el Dr. Iván García-Bassets, a la izquierda;  en medio, el Dr. Carlos Mackintosh y, a la derecha, la Dra. Catarina Allegué.

 

El Hospital General Universitario de Elche aplica la técnica de cirugía citorreductora y la administración de quimioterapia por vía intraperitoneal hipertémica (HIPEC)

Esta fórmula para tratar la carcinomatosis peritoneal consiste en una cirugía radical y ayuda a eliminar toda la carga tumoral visible, y se combina con la quimioterapia locorregional en la misma intervención. Ello permite que el fármaco alcance concentraciones muy superiores en el peritoneo y en los implantes y sea más citotóxica.

El tratamiento tradicional, basado en la quimioterapia sistémica por vía intravenosa y con carácter paliativo,  tenía un acceso limitado a la cavidad peritoneal. No obstante, no debe confundirse la quimioterapia intraperitoneal términa (HIPEC), mucho más agresiva pero con buenos resultados en cáncer de colon, con la quimioterapia intraperitoneal (IP), con resultados probados positivos en superviviencia para tratar el cáncer de ovario avanzado, según la revista Gynecologic Oncology.

El de Elche es el cuarto hospital público en el que se aplica esta técnica dentro de la Comunidad valenciana, y atiende a pacientes tanto de Elche como también de Elda; para ello, el Hospital ha creado la Unidad Multidisciplinar de Carcinomatosis (UMCA), compuesta por especialistas de diferentes servicios como son Anatomía Patológica, Anestesiología y Reanimación, Cirugía General y Digestiva, Farmacia, Ginecología, Oncología Médica, Radiología y Urología. Además, en ella se integra también la Supervisión de Enfermería de Quirófano y de Reanimación, lo que proporciona un tratamiento personalizado de cada caso.

Fuentes de información:

http://www.lasprovincias.es/elche/201412/28/general-elche-trata-cinco-20141228175407.html

Prognostic factors for stage III epithelial ovarian cancer treated with intraperitoneal chemotherapy: A Gynecologic Oncology Group study” (Gynecologic Oncology 130, 12–18, 2013).